Evitar la conversación
“Por favor, sólo quiero entender”, le dije en voz baja, con la esperanza de sonsacarle algo. Pero su respuesta fue un murmullo arrastrado, apenas inteligible, que me produjo una oleada de frustración. Intentó escabullirse de mí, como una sombra que se retira silenciosamente en la oscuridad. Su vacilación era como un muro infranqueable, pero no podía dejarle marchar. Era mi oportunidad.

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En lugar de echarme atrás, me armé de valor y dije con firmeza: “¡Necesito saberlo!” El peso de mi curiosidad pudo más que mi nerviosismo. El corazón se me aceleró, pero me mantuve firme: enfrentarse a lo desconocido era más importante, aunque significara exponerme a la incomodidad. El aire que nos rodeaba parecía cargado eléctricamente y percibí su vacilación. Era como si nos encontráramos en un punto de inflexión, con una única oportunidad de sacar a la luz la verdad.

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