Perdido en la lluvia
El tiempo fue mi peor enemigo esta semana. Una fina llovizna me empapó a mí y a mi escondite, pero mi determinación de no perderme al desconocido permaneció inquebrantable. Me ceñí más el abrigo, sintiendo cómo el frío se introducía en mis miembros mientras mi mirada permanecía fija en la puerta del cementerio. A pesar de la humedad, un fuego de perseverancia ardía en mi interior, obligándome a perseverar. Necesitaba respuestas, y un poco de lluvia no iba a impedirme desentrañar este misterio.

Perdida bajo la lluvia
Compartiendo secretos con Carla
Más tarde, en casa, con una taza de té humeante, describí los inquietantes detalles a mi mejor amiga Carla. Ella se inclinó hacia delante, con los ojos muy abiertos por la curiosidad. “¿Todos los domingos?”, preguntó mientras dejaba la taza de té con un suave tintineo. Asentí con la cabeza, con la imagen del hombre aún viva en mi mente. Permanecimos sentados en silencio durante un momento, con la pesadez de la situación como el silencio después de una tormenta.

Compartir secretos con Carla