Una presencia menos desprevenida
Cuando el sol desapareció tras el horizonte, un profundo silencio se apoderó del cementerio. El hombre se había ido, y con él desapareció la opresiva amenaza de su presencia. Pero mi curiosidad permaneció intacta, insaciable. Sus palabras, pronunciadas apenas unos instantes antes, resonaban en mi cabeza como la aguja de un disco atascada en una muesca profunda. Intenté reconstruir la escasa información de que disponía, pero era como si faltaran piezas cruciales del rompecabezas. ¿Quién era realmente?

Una presencia menos despistada
Buscando respuestas
Arrastré conmigo mis preguntas sin respuesta durante toda una semana. Cuando llegó de nuevo el domingo, no pude esperar más. Me interpuse en su camino con una determinación que bullía en mi interior. “Esta vez tienes que darme una respuesta adecuada”, insistí, sintiendo el peso de las últimas semanas. Vaciló, con los ojos escrutando el suelo como si la respuesta estuviera oculta allí. Pero no le dejaría escapar sin una respuesta clara.

Urgido de respuestas